EL PAÍS PÁRVULO
La tierra en mi país tiene olor de recuerdos.
Si el pájaro hace un ángulo de heridas circulares,
los árboles meciéndose
le abren el corazón al viento
y cantan
-como si fuera una arpa de cristal y de plata-
La tierra en mi país tiene sabor de sueño.
Si la canción oscila en la pupila
de alguna enamorada:
está la tarde azul
o la noche clara.
La tierra en mi país tiene dulzura de manzana.
Mi corazón, inmóvil, ante la sombra mía:
-fina y divina y grácil y fugaz volandera-
no sabe qué decir,
Sólo alza su capa morena de pena,
al viento, a la arena,
le huye
y vuelve a vivir.
En mi país el cielo tiene color de añil.
Es sencillo el espíritu
pero la esperanza es más alta que la rosa
y la palabra es única como el eje de la tierra.
El silencio es la aguja de la noche
que abre y divide en alas los nocturnos
cantos de las sirenas.
En mi país el cielo tiene temblor de azucena.
Por los caminos regados de oro y de sueño
cruzan los dulces ojos de los tristes.
Por los caminos regados de música
vienen y van -romerías celestes-
las más dulces tristezas de la tierra.
En mi país el cielo tiene anillos de cera.
Los niños allá lejos hacen rondas doradas
y puras y claras y buenas y santas.
En mi país los niños juegan en la alborada,
la rizan en sus trenzas,
la arrullan en sus manos,
y la acunan callados en el alma.
En mi país los niños tienen el alma clara.
No hay naufragios profundos
ni alas desamparadas.
No hay sangre que refuerza los sueños
y los hunda en el sueño de la sangre.
No hay suplicio de rocío perenne
sobre corolas muertas.
En mi país,
todo tiene la gracia de las resurrecciones cándidas.
Éxtasis:
No preguntéis por mi país lejano;
lo miré
cuando tenía el alma desnuda
y aún lleva una estrella en la mano.
No hay comentarios:
Publicar un comentario